* Por Paula Moreno Román, presidenta de FOPEA
La libertad de expresión y de prensa en Argentina es un bien precioso que comienza a tornarse precario.
El registro que cada año presenta el Monitoreo de Libertad de Expresión de FOPEA vuelve a marcar un crecimiento en las limitaciones que tuvieron periodistas de todo el país para llevar adelante su tarea en libertad.
Lejos del discurso comodín que habla de defensas corporativas, la situación se agrava y los mecanismos de defensa parecen reducirse. Le toca a este equipo de socios-monitores fopeanos, periodistas voluntarios y comprometidos distribuidos en todo el país, llevar adelante un trabajo federal que muestra agresores variopintos y modos de ataque que se van reinventando.
Un dato, no menor: hace un año señalábamos en este mismo informe el incremento de los casos de narcocriminalidad que ponían en jaque a los colegas en particular de Rosario. Hoy estamos viendo que esa situación se extiende en distintos lugares del país.
Allí vemos un incremento significativo de 29 episodios con respecto al 2022 en un año marcado por elecciones en todo el país y reformas constitucionales provinciales. Y en el total de los ataques registrados más de la mitad, el 54,7% fue originado por el poder político y/o dirigencial. Tendencia que seguimos viendo inclusive con una notable intensidad, en el camino que transitamos hasta este 3 de mayo del 2024.
Funcionarios públicos de todos los niveles jurisdiccionales y jerarquías y de diversas afiliaciones partidarias, así como dirigentes políticos y sindicales, agredieron al periodismo.
Vale destacar como casos puntuales la expresión de Alberto Fernández señalando que “hay un abuso desmedido de la libertad de prensa” o el cierre del año con la asunción del presidente Javier Milei y la jura de los ministros a puertas cerradas impidiendo la cobertura periodística de un evento institucional. La antesala de una realidad que hasta estas horas nos resulta preocupante y comienza a nutrir el registro del año 2024.
En paralelo, observamos que gobernantes aprovechan las redes sociales y las transforman en tribunas públicas para, con frecuencia, estigmatizar a periodistas críticos al etiquetarlos como adversarios o enemigos. Una práctica que solo sirve para fomentar el clima de violencia.
Todo esto sucede mientras redacciones enteras están dando batalla para mejorar sus narrativas, incorporar tecnología y nuevas habilidades, preservar periodismo, valorar la mediación humana en la información y sumarle alma a la inteligencia artificial que ya está entre nosotros.
Todo jaquea a periodistas que son parte de medios de distintas escalas en todo el país e inclusive los cada vez más frecuentes free lance, que siguen buscando historias próximas, muchas que no distan de su estado de inestabilidad en el empleo, bajos salarios, falta de acceso a derechos laborales básicos, y a menudo, a la necesidad de trabajar en condiciones lejos de lo ideal.
Sin duda esta realidad tiene implicancias directas e indirectas en la libertad de expresión.
La primera y probablemente la más dolorosa es la autocensura. Los periodistas que trabajan en condiciones precarias pueden sentirse disuadidos de investigar o publicar historias que podrían ser percibidas como controvertidas por sus empleadores o por poderosos actores externos. A ello se suma la sobrecarga de trabajo que también tiene incidencia directa en la calidad de la información. La falta de recursos, tiempo y energía afecta la investigación esencial en cualquier trabajo periodístico y puede derivar en la dependencia de fuentes oficiales o en la reproducción de contenido de baja calidad. Ni hablar del clickbait, la captura del click fácil. Otra vez: la disminuida diversidad de voces va de la mano de la reducción de perspectivas y la homogeneización del mensaje.
Es importante en este contexto un dato que se reitera en los registros de nuestro monitoreo y está ligado a las amenazas legales de sectores de poder incomodados por las publicaciones. El temor que genera esta posibilidad puede disuadir la investigación de temas sensibles.
Tal cual lo expresó el ex presidente de FOPEA, Fabio Ladetto, en el libro editado por nuestro foro y la Fundación Konrad Adenauer “Periodismo cercan(d)o” en el año 2015: “El aporte del periodismo a la democracia se resquebraja cuando alguien debe pensar dos veces cuál es el costo personal de cumplir con su rol social de cubrir una noticia”.
La realidad que hoy transitamos no ofrece un mediano plazo diferente. Por eso en FOPEA retomamos el trabajo del Observatorio y Alerta Laboral de Periodistas para generar un registro de la pérdida de puestos de trabajo en los medios de todo el país. Sabemos que nuestra razón de ser no está ligada a la tarea gremial, pero sí es necesario mostrar las voces periodísticas que ya no están, que no intervienen en el debate público. Y sobre todo porque por tratarse de medios de comunicación, no son temas mencionados en los contenidos informativos de las empresas periodísticas.
Y vale marcar aquí un punto especial.
Hemos asistido en el último tiempo a expresiones que emparentan el rol del periodismo con las publicaciones en redes sociales. “¿Para qué el periodismo si está X (antes Twitter)?” escuchamos de boca de funcionarios sin ponerse colorados.
La tarea periodística, tal cual promueve FOPEA con su Código de Ética, sigue estándares profesionales en la verificación de hechos y la presentación de información precisa y equilibrada. Es clave que sobre todo las figuras con espacios de responsabilidad institucional sean capaces de reconocer las diferencias de fondo, porque lo otro sería desconocer el valor del buen periodismo y fomentar espacios de desinformación, tema que hoy está entre las principales preocupaciones del mundo.
LO QUE ESTÁ PERO NO SE VE
También debemos decir que este monitoreo tiene el gran valor de visibilizar los episodios que se registran en todo el país, pero todavía no logramos cristalizar en estos datos la situación de escasa libertad profesional regida por otras variables.
Las condiciones de empleo, la crisis de la industria en general, la incidencia de la pauta publicitaria sin una distribución con reglas claras, la impunidad de los ataques en el mundo digital y el uso de la vía judicial para canalizar reclamos inventados como vimos en los últimos años quedan escondidos detrás del numero frío que hoy mostramos.
Por eso, verán ustedes en ese mapa nacional en algunas provincias un número menor de ataques directos y aun así un periodismo limitado. Porque en paralelo hay un subregistro donde la limitación comienza a dar frutos.
PREDICAR CON EL (NO) EJEMPLO
En diciembre del año 2023 Javier Milei llegó a la Presidencia de la Nación e impuso un nuevo modo de comunicación.
El día mismo de la asunción se decidió no transmitir la jura de los ministros y secretarios de Estado. La explicación oficial fue “el Presidente dijo que la situación de la Argentina es crítica. No hay nada que festejar. La jura es un evento privado para que los ministros se puedan poner a trabajar”.
Lo que siguió fue de mal en peor. El tono fue de burlón a agraviante y la intensidad del Presidente, funcionarios y representantes del Estado nacional marcan el mayor registro de ataques al periodismo en su conjunto y a los periodistas en particular, al menos en los primeros meses de gobierno.
No hay sistema democrático sostenible cuando las voces se acallan. Y en este aspecto FOPEA ha sostenido observaciones críticas en el período del kirchnerismo que dejó huellas dolorosas. No queremos repetir la experiencia.
En este punto de agresión y de realización de entrevistas con voces seleccionadas, la práctica parece no diferenciarse.
Desde FOPEA hemos marcado de forma constante, la apertura al diálogo y lo hemos demostrado con hechos, inclusive asistiendo a las convocatorias realizadas donde expusimos nuestro malestar con esa situación.
Dejamos en claro en cada oportunidad, que no rehuimos a la crítica a nuestro trabajo, propiciamos una mirada analítica sobre la práctica profesional y la entendemos necesaria. Pero como ya expresamos, mal pueden los periodistas ejercer su tarea si se ven sometidos a la ira presidencial, siendo además que la crítica al jefe de Estado desata una catarata de insultos de trolls y fanáticos en redes sociales.
Lo que estamos viendo es que el actual gobierno nacional no cuenta dentro de sus vocaciones especiales a la libertad periodística.
LAS ALIANZAS NECESARIAS
Volvamos al principio ¿a quién le importa la libertad de expresión?
El periodismo tiene escasez de alianzas, sobre todo sociales. También su praxis ha aportado para que así sea. Los medios están buscando su supervivencia, las audiencias mutan y creen poco, el gobierno arma un ring en vez de una mesa de debate y los periodistas tratan de sobrevivir.
La polarización y las posturas dicotómicas se instalan sin miramientos, (¿o lo adecuado sería decir que persisten?).
Pero aun en el clima hostil que parece crecer, la calidad debe ser nuestra principal herramienta de resiliencia.
La imagen que recibimos del ejercicio del periodismo en distintos países latinoamericanos es dolorosa pero también cada vez más valiente. Allí se lo valora.
La libertad de expresión y de prensa necesita más defensores.
Primero, porque una sociedad que puede expresarse libremente es una sociedad que puede pensar críticamente.
Segundo, porque es fundamental para la rendición de cuentas y transparencia en la gestión pública. Sin la capacidad de cuestionar, investigar y denunciar, la corrupción y el abuso de poder florecen en la sombra de la ignorancia y el miedo.
El 2023 nos ha enseñado, una vez más, que la libertad de expresión en Argentina sigue siendo un bien precioso y a la vez precario.
El futuro de nuestra democracia depende de nuestra capacidad para conversar, para tener la valentía de explorar las diferencias, y para defender el espacio público con pluralidad de voces.
Pero, sin dudas, el interés en mantener viva la llama de la libertad de expresión debe trascender lo individual y convertirse en un compromiso colectivo.
La solución reside en la participación activa. Desde apoyar a organizaciones dedicadas a la defensa de derechos hasta educarnos sobre la importancia de esos principios democráticos.
Una vez más: la libertad de expresión no es un asunto de periodistas. Nada se construye sin voluntad, mucho menos una sociedad con mayor equidad y libertad.
En ese escenario, FOPEA suma su voz en defensa de la libertad de expresión, con el desarrollo de un periodismo de calidad y ético, en resguardo y al servicio del derecho a la información que tienen los ciudadanos en democracia.