El Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) expresa su preocupación por la violenta arenga del presidente Javier Milei en contra del periodismo, a la vez que alerta sobre la gravedad de este hecho. El sábado, en el lanzamiento de su partido político, el jefe de Estado subió el tono de la ofensa y cruzó un límite de consecuencias impredecibles.
Arengar a la gente a insultar públicamente a periodistas no es solo una manifestación de intolerancia, sino una estrategia que socava los principios democráticos.
FOPEA considera necesario hacer un llamado urgente a la convivencia pacífica, al respeto y la tolerancia, dado que tales hechos ponen en cuestión y avanzan sobre derechos fundamentales protegidos por la Constitución, las leyes vigentes y pactos internacionales a los que ha adherido la República Argentina.
El aliento por parte del primer mandatario a sus seguidores para que insulten a periodistas, como sucedió el sábado último, se asemeja a hechos ocurridos en la historia reciente bajo otros gobiernos, como la incitación a escupir periodistas en la gestión de Cristina Fernández de Kirchner, sobre los que FOPEA expresó oportunamente su rechazo y preocupación.
A todo funcionario público, el cargo le impone la obligación de respetar los derechos y libertades de los ciudadanos. Ese mandato es aún mayor para quienes ocupan los más altos cargos y por ello los presidentes tienen, el deber y la responsabilidad de respetar el disenso y la crítica más dura, ya que la democracia y el juramento que hicieron así lo exigen.
En esta línea el Relator de Libertad de Expresión de la CIDH, Pedro Vaca, señaló que “Una cosa es tener una discrepancia o un desacuerdo y otra cosa es que la voz oficial sea la cuota inicial de una violencia o una agresión. Las voces del Estado no se pueden permitir ser el punto de inicio o generar un ambiente permisivo a las violencias.”
Una vez más, FOPEA reitera su compromiso con el diálogo y a la puesta en valor de palabras como inclusión, disenso, crítica, conversación. El grito lejos de conectar legitima la violencia y también puede derivar en agresiones físicas y amenazas a la integridad de los periodistas. Las responsabilidades de los líderes políticos son enormes: deben proteger la libertad de prensa, no atacarla.